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MARTES, 19-SEPTIEMBRE-2006

Dictar leyes no es hacerlas

¿Por qué se legisla siempre cuando los acontecimientos dieron ya resultados negativos? ¿Por qué no se prevé con estudios científicos sobre muchas de las catástrofes fluviales?

FirmaOrdoño Llamas Gil Lugarleón

La legislación que tenemos disponible en la actualidad sobre pesca fluvial no tiene ningún parecido con la que disponíamos a principios o mediados del siglo pasado, como no sea su intencionalidad, basada en el control y represión en su caso de los asuntos que perjudiquen a los seres que habitan en los cauces fluviales y lacustres de nuestro Estado. Hemos pasado de no ser informados directamente de las obligaciones y derechos de los pescadores (es el caso de la primera mitad del siglo XX), a tener que disponer de una edición de normas legislativas en la que se detallan exhaustivamente miles de situaciones y reglas, de zonas de muy variadas catalogaciones, de restricciones o prohibiciones sin cuento, de instrumentación, de fechas de apertura y cierre, de tamaños, de cupos, etcétera, que cualquier aficionado a este deporte habrá de consultar y memorizar si no quiere verse sorprendido in fraganti pescando ilegalmente sin saberlo. Se han formado hasta Consejos de Pesca, donde se condimentan y elaboran anualmente todos los cambios y nuevas normas que han de regir nuestros destinos, sin apenas consultar a los verdaderos actores de esta comedia, como no sea a través se asociaciones que hasta hace poco eran colaboradoras de Icona, a las que se les había sujetado con el narigón del descuento en el precio de los permisos para cotos a sus asociados y, eso sí, bien representados por consejeros de la propia administración burocrática.

Siempre he tenido una gran duda. ¿Por qué se legisla siempre cuando los acontecimientos ya han dado resultados negativos, es decir, a toro pasado, como diría cualquier persona en términos coloquiales? ¿Por qué no se prevé con estudios científicos basados en hechos anteriores, sobre muchas de las catástrofes fluviales que nos acongojan todas las temporadas? Se supone que después de haber dilapidado escandalosamente todo el patrimonio de nuestros ríos y lagos, comprobando siempre cuáles han sido las causas, bien se podría hacer de futurólogos, anticipándose a los desastres. Pondremos algunos ejemplos: Si sabíamos que la contaminación sería tan letal como ha demostrado, envenenando cada día más todas las aguas y produciendo enfermedades pandémicas sobre los habitantes de la misma ¿por qué las Confederaciones Hidrográficas no han sido obligadas y ayudadas por el organismo que llaman Medio Ambiente, para prevenir a tiempo que nuestros ríos no se conviertan en cloacas, en vez de tratar de justificarse después del crimen parcheando las riberas con depuradoras incipientes y muchas de las veces paradas o falseadas en su función?

¿Y por qué, cuando se masacran tramos completos de varios hectómetros o kilómetros, debido al vertido de ácidos a los cauces resulta realmente tan difícil descubrir a los culpables o, si se les imponen multas que parecen estar previamente legisladas, terminan pagando un 20 ó 30% de la inicial?

Daños y prohibiciones

Si se comprobaba día a día la merma de truchas en todos los ríos cuando estaba autorizada su venta, lo que producía pingües beneficios a todos los furtivos que vivían a su costa, que tenían organizadas redes de distribución descaradas, ¿por qué se tardaron tantos años en legislar su prohibición, aunque se lo veníamos pidiendo con insistencia casi trágica?

Si se sabía que durante el mes de marzo las truchas de ciertos ríos de montaña estaban aún desovando y se hacían verdaderas carnicerías dejándolas pescar durante los primeros días (además de la pérdida de huevas y alevinaje que suponía este desmán), ¿por qué se tardó tantos y tantos años en trasladar su apertura a los primeros días de Abril?

Si se conocía la historia y el comportamiento depredador del lucio (no tanto como se dijo en los primeros momentos) ¿qué motivos había para que se decidiera su introducción en nuestros ríos, habiendo tenido que dictar después nuevas normas para su pesca, y gastar cantidades ingentes en tratar de controlarlo con el sistema de pesca eléctrica que, por otro lado, también se sabía que perjudicaría a las demás especies?

Si teníamos un cangrejo autóctono extraordinario ¿a quién se le ocurrió introducir al cangrejo rojo, portador del virus que exterminó al primero? ¿Y qué pinta el cangrejo señal en todo esto, si también es portador del virus? ¿Cómo es posible que puedan resurgir los autóctonos, con el maremagnun de intrusos extendidos oficialmente por doquier?

¿Qué tienen de efectivas unas leyes o normas, si no se tiene previsto hacerlas cumplir? Si se calculó que la población truchera estaba garantizada acotando y vedando casi todos los tramos de nuestros ríos ¿por qué, con el transcurso de los años, la densidad de población ha disminuido tan escandalosamente y muchos de los acotados de antaño no son más que desiertos de hogaño? ¿Y por qué los vedados no son capaces de mantener el tipo si se supone que nadie pesca en ellos, o son en realidad reservas para el furtivismo?

Cumplimiento normativo Y llegamos al meollo de la cuestión: ¿Quién se encarga de que las leyes y normas sean cumplidas con una relativa responsabilidad? ¿Existe algún Organismo al que se le haya encomendado esta misión, dotándole del personal especializado para la vigilancia de todos los enclaves sometidos a control, que garantice su impermeabilidad ante las agresiones al medio, impidiendo que la picaresca industrial, municipal, furtiva e individual de menor entidad, sigan abusando y deteriorando su calidad y sus habitantes? Es obv io que sí, que este Organismo o departamento se llamó Icona (prefiero este nombre al actual), y que siempre dispuso de una plantilla de guardas, con sus vehículos e instrumentos para observación, incluso armamento para la vigilancia, como carabinas. Además su autoridad se ve reforzada a veces por la guardia civil, que también interviene y actúa según criterios de las correspondientes comandancias.

Algo ocurre entonces que no acaba de cuadrar con el resultado. Si tenemos leyes y vigilantes que garanticen su cumplimiento ¿por qué siguen disminuyendo los habitantes del agua, a pesar de todas las repoblaciones puntuales que se realizan para mantenerlos? Algo falla estrepitosamente que somos incapaces de controlar. ¿Podría ser que «el que mucho abarca, poco aprieta», y que las zonas a vigilar exceden con exageración a la capacidad real de los guardas que, salvo excepciones, ven con desesperación su impotencia para cumplir un cometido que no conseguirían ni aún trabajando las 24 horas del día, y solo trabajan ocho horas (según creo)? Y los medios de que disponen, ¿son suficientes? ¿Quién garantiza el cumplimiento de las leyes durante tantas horas no laborables? ¿Hay todavía quien dude de que dictar leyes no significa que se cumplan, a no ser que se aumenten presupuestos y plantillas, mentalizándolas en el amor por el ambiente de los ríos y por sus habitantes?



Fuente: www.diariodeleon.com · © El Diario de León, S.A.

Origen: http://www.diariodeleon.es/hemeroteca/imprimir_noticia.jsp?CAT=105&TEXTO=5119344


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